México, 15 de Octubre del 2018
A más de 13 mil 680 kilómetros de distancia, la riqueza de la cultura de nuestro país logró captar la atención de la familia real de Arabia Saudita, quien quiso plasmar las formas, los colores, los textiles y las tradiciones de México en sus palacios…
Gabriel Sánchez Viveros, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue el encargado de construir un concepto arquitectónico muy al estilo mexicano en medio del desierto árabe en las majestuosas construcciones que caracterizan a uno de los países más ricos del mundo. “En 1997 llego por primera con un contrato de 6 meses para hacer trabajo artístico de mural, pero al mismo tiempo voy a hacer trabajo arquitectónico, y así como un proyecto se fue ligando con otro, hasta que los seis meses se convirtieron prácticamente en 15 años”, dijo en entrevista con MILENIO.
Durante su estadía, Gabriel logró desarrollar nueve proyectos como arquitecto, diseñador y artista plástico, lo que le permitió obtener el reconocimiento de la familia real saudí, quien lo bautizó como el Mohanidis Mexiqui. Con 55 años de edad, este arquitecto mexicano afirma que los procesos que aprendió y desarrolló durante sus años de estudiante en el Colegio de Ciencias y Humanidades y en la facultad fue lo que en gran medida le permitió consolidar su éxito en medio oriente.
“El mexicano está al nivel de cualquiera; podemos estar aquí o en China y triunfar. Por eso escogieron a un arquitecto mexicano, porque somos muy buenos, responsables, no le huimos a los problemas, hacemos lo que tenemos que hacer y además compartimos nuestro conocimiento y experiencia”. Sumergido entre las dunas del desierto, Gabriel consolidó su proceso creativo como artista al grado de construir lo que consideró su obra maestra en la casa de campo de uno de los príncipes de la península arábiga: el Palacio de Invierno. Para su construcción, Gabriel trasladó a un grupo de maestros de obra de albañilería que enseñaron diversas técnicas a saudís, egipcios e iraníes, para lograr un auténtico estilo mexicano en el que el lenguaje de la arquitectura logró superar las diferencias culturales, religiosas y de idioma. Con el apoyo de su padre, trasladó desde México contendedores marítimos con productos nacionales, desde cantera de Querétaro, textiles de Jalisco, muebles de Mérida, azulejo tipo talavera de Dolores Hidalgo, hasta antigüedades de la capital.
“Dicen que para un estilo mexicano un arquitecto, un artista, un diseñador mexicano y ahí es donde aparezco yo. Todas mis presentaciones eran a mano alzada, en comparación con las grandes compañías constructoras que hay allá que todo lo presentan en computadoras; así que con mis bocetos tenían una idea de todo lo que podía hacer como artista”, dijo.
Gabriel construyó para otro de los integrantes de la familia real y sus hijos un conjunto de casas inspiradas en las cuatro estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno, y para la casa principal desarrolló un concepto del sol y la luna. Sin embargo, el principal reto que enfrentó durante su estadía era el clima extremo y algunas costumbres religiosas y culturales a las que terminó por adaptarse durante las casi dos décadas que permaneció en Arabia Saudita.
Además de que en muchas ocasiones trabajaba en dos proyectos al mismo tiempo en regiones distintas, lo que lo obligaba a viajar durante largas horas y tener distintos grupos de trabajadores para poder cumplir las demandas. “Allá estuve con gente de muchos países y así como estaba desayunaba en casa, podía estar cenando con un príncipe o una princesa, o estar sentado tomando té con los trabajadores y todo lo hacía con total respeto a su forma de vida, a la religión islámica y las prohibiciones que tienen”. Luego de haber alcanzado el triunfo a escala internacional, Gabriel decidió regresar al país que lo vio nacer, donde espera dar a conocer su trabajo como arquitecto y diseñador, pero también para consolidar su trabajo como artista.
Con información de “MILENIO“